martes, 30 de marzo de 2010

La parte de Amalfitano

B) La parte de Amalfitano
Esta parte es el retrato de un hombre que parece percibir la realidad sin filtros, más allá de toda inconsciencia, por tanto, de un modo insoportable –incluso incomprensible- para cualquier mortal. Amalfitano (al igual que Bolaño cuando redactó la obra) es un chileno de cincuenta años casado con una catalana. Su vinculación con Archimboldi se resume en una traducción que encargara una editorial argentina al joven Amalfitano cuando éste aún no había cruzado las fronteras de su país natal. La vida anterior de nuestro nuevo protagonista, en la que residió en Chile y en España, aparece ahora irremediablemente concluida. En el momento en el que Amalfitano entra en la historia es profesor de filosofía de la Universidad de Santa Teresa y vive paralizado por el horror.
Amalfitano tiene una hija, Rosa, fruto de un rocambolesco matrimonio con Lola, quizá uno de los personajes más alucinados de toda la novela. Lola abandona a su marido y a su hija siendo esta muy pequeña. Su objetivo a medio camino entre lo épico y lo grotesco es encontrar a su poeta preferido -recluido en el manicomio de Mondragón- para evitar a toda costa el anunciado fin de su estirpe engendrando un descendiente. El poeta, por supuesto, es trasunto del conocido «novísimo» Leopoldo María Panero. Durante algún tiempo Lola mantiene contacto epistolar con su familia. La disparatada empresa a la postre fracasa debido a la actitud del poeta. Dándose por vencida, comienza un largo vagabundeo. Siete años después, Lola se encuentra con Amalfitano por última vez, lo hace movida por el deseo de anunciarle su fallecimiento cercano, padece de sida. Cuando se marcha y pese a la confesión de su grave enfermedad, Amalfitano la imagina muerta por asesinato, como un cadáver encontrado en la carretera después de ser violado y golpeado, imagen esta que lo acompaña durante años.
Un día, ya en México, entre sus numerosas cajas de libros arrastradas desde Cataluña, aparece uno que juzga desconocido, Testamento geométrico, un pequeño manual de geometría con el que Bolaño rinde homenaje al poeta gallego Rafael Dieste. Sin saber muy bien el porqué, Amalfitano se obsesiona con esta obra. A imitación de Duchamp, decide colgar el libro en el tendedero como ropa puesta a secar. Dedicará horas enteras a la observación de los efectos del viento, páginas que corren deprisa y atropelladas o lentamente, de una en una, según sople el día. Sabemos por esta acción que «La parte de Amalfitano» transcurre en un tiempo anterior a «La parte de los críticos» ya que estos tienen ocasión de ver y comentar este acto performático.
El interés por su trabajo decae y con él, el impulso vital propio de cada persona. En sus clases se entretiene haciendo figuras geométricas, escribiendo aleatorios nombres de filósofos en la punta de cada vértice; tal vez estremecido por el deseo de alterar la tradición y con ella la jerarquía, o puede que sólo por el placer de la pura experimentación. Estas acciones, aparentemente inconexas y carentes de motivo alguno, son los primeros síntomas de la suerte de locura que sufrirá Amalfitano.
Como decimos, su estado de ánimo se va haciendo cada vez más depresivo, más pesado, como si fuera el único en Santa Teresa que se diera cuenta de lo que está ocurriendo desde 1993 y, por ello, tuviera que cargar con toda la culpa.
Amalfitano es profundamente infeliz en Santa Teresa, está muy preocupado por su hija que cumple ya dieciocho años. Su círculo social se reduce a una compañera y a un estudiante. La situación se vuelve crítica cuando empieza a escuchar una voz dentro de su cabeza, voz que se identifica en primer lugar con su abuelo y en segundo termino definitivamente con su padre. El padre de Amalfitano era un italiano emigrado a Chile que, sin embargo, en su fantasmal reencarnación como tormento de su hijo, habla con expresiones y acento mexicanos. Detrás de la comicidad que encierra la situación se deja translucir una terrible y oscura angustia. El lector no puede evitar solidarizarse con el simpático y desgraciado Amalfitano, quien aparenta revivir el viejo vínculo entre lucidez y locura.
La parte de Amalfitano carece de una acción o trama principal que aglutine los miles de delicados pasajes que se cosen y se desprenden solos en torno a la figura de este entrañable padre. No es una biografía como lo será «La parte de Archimbolidi», tampoco la historia de un viaje como «La parte de Fate», ni siquiera es la búsqueda de otro crítico. Amalfitano es sólo un hombre y su «parte» es pura escritura.

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