martes, 30 de marzo de 2010

La parte de Fate

C) La parte de Fate.
Quincy Williams, conocido como Oscar Fate, un neoyorkino que trabaja para una pequeña revista dirigida al público afroamericano, es el protagonista de la tercera parte. Fate se encarga de las pequeñas crónicas sociales y políticas que casi siempre versan sobre viejas glorias del mundo negro estadounidense, como Barry Seaman, el ex pantera negra reconvertido en cocinero de costillas de cerdo, o Ulises Jones, el último comunista de Brooklyn. Entonces, ¿qué tiene que ver un negro de Harlem que escribe para Amanecer negro con cuatro críticos europeos dedicados a la literatura alemana? ¿Y con un profesor universitario chileno que vive en México? ¿Y con un anciano escritor alemán de posguerra desaparecido? ¿Dónde se cruza el destino de Fate con el de los demás personajes de 2666?
Podría muy bien pensarse que «La parte de Fate» esta menos vinculada que el resto a la figura de Archimbolidi y a los crímenes de Santa Teresa, los dos polos que unifican y sostienen la novela como la piel y el esqueleto de este indómito animal que es 2666. Pero todo parece indicar que es precisamente aquí, en «La parte de Fate», donde hay que ir a buscar muchas de las claves necesarias para desentrañar los misterios del texto. Es gracias a esta mirada ajena y foránea de Fate, donde el lector traza sin saberlo el dibujo ineludible del marco espacial de la obra, es decir, la ciudad de Santa Teresa, al tiempo que se prepara inocentemente para lo que vendrá después, el largo viaje plagado de cadáveres que se avecina.
Al comienzo del relato, Fate es alcanzado con la noticia de dos muertes: la primera, su madre, fallecida en la misma barriada negra donde creció y vivió toda su vida; la segunda, el responsable de la sección de deportes, asesinado en Boston. Fate acoge la noticia de la muerte de su madre con dolor impreciso, sin dramatismo, casi estoicamente, Es un hombre duro que ha sufrido un gran golpe pero se mantiene en pie, aunque esta pena, claro, lo altera y confunde hasta un punto que se tornará pesadillesco en algunos momentos del relato. La segunda de las muertes, carente de toda sentimentalidad dentro de la redacción, lo condiciona por contra en un sentido mucho más directo: debe sustituir a su colega en un combate de boxeo que se celebrará en México entre dos púgiles de ambas naciones, Count Pickett contra Merolino Fernández. Oscar Fate es descrito como un hombre de apariencia atlética y robusta pese a lo cual carece por completo de conocimientos o interés sobre el boxeo. En verdad este trabajo le es incómodo. Aceptó un tanto por imposición y otro tanto como consecuencia de la resaca afectiva que le provoca la muerte de su madre. El lugar al que debe dirigirse es Santa Teresa, Sonora.
Se pone en marcha sin más remedio y ya en camino, en un hotel de Detroit, se queda dormido con la televisión encendida, exhausto después de los preparativos del funeral de su madre. En la pantalla, un reportero chicano habla de la frontera, de los polleros, de una estadounidense desaparecida… Será su primer contacto con México. Comienzan las casualidades.
En la frontera, Fate se cruza inesperadamente en un café con un misterioso «tipo canoso» al que todos parecen respetar, el profesor Kessler, pionero en el trazado psicológico de asesinos en serie, investigador invitado por las autoridades finalizando su segunda visita a Santa Teresa. Este encuentro será fundamental para datar los hechos al tiempo que útil para el entendimiento global del texto.
Por fin en la ciudad se aloja en un motel del norte, frente al gusto de la mayoría de los corresponsales deportivos, que escogen un lujoso hotel resort del centro. Fate se encuentra doblemente en terreno desconocido puesto que ignora por igual todo lo referido al evento y al lugar donde este se celebra. Siguiendo una de sus pocas referencias, se encamina a la sesión de entrenamiento del semipesado mexicano. Allí conoce a Chucho Flores, periodista local, quien le muestra algunos lugares típicos de la ciudad haciendo menos extraño su viaje, también le presenta a algunos nativos, su amigo Charly Cruz, «el rey de los videos», supuesto experto en el cine de Robert Rodriguez, y a Rosa Méndez, una muchacha inocente y estúpida.
Es en la rueda de prensa de los combatientes cuando Fate repara por fin de forma consciente en el enrarecido ambiente que le rodea. Algo está pasando, algo que todos conocen íntimamente pero a lo que nadie desea aludir de frente. Todos simulan guardar silencio en un extraño pacto tácito, de modo que una pequeña alusión realizada por uno de los corresponsales estadounidense hace estallar el ambiente. La pequeña mención es interpretada por los congregados como una afrenta, un ataque directo al orgullo patrio y, por tanto, fuertemente rechazada. Una vez fuera, Fate, desconcertado, pregunta a Chucho Flores por el motivo del exabrupto. En la respuesta que este le da se encuentra una descripción de Santa Teresa sobre la que tendremos ocasión de hablar más adelante.
Como decíamos, con Fate se vaticinan muchas e interesantes respuestas a los misterios de los crímenes, crímenes que aún el lector no conoce. Tras la descripción del mexicano , Fate acierta a denominar por vez primera a la ciudad como «cementerio olvidado» . Nuestro protagonista tiene olfato y talento para interpretar la consistencia de la realidad así como el peligro, pronto intuye que las dos palabras son una sola en Santa Teresa. Es por esto por lo que decide escribir a la redacción pidiendo los medios para realizar un reportaje total, «un retrato del mundo industrial en el Tercer Mundo –dijo Fate- un aide- mémoire de la situación actual en México, una panorámica de la frontera, un relato policiaco de primera magnitud ». Su petición será denegada por no contener ningún tipo de temática negra.
Del mismo modo en que se cruzó con el detective Kessler, el destino mueve al neoyorkino a encontrarse con Guadalupe Roncal, la redactora del D. F que continúa las investigaciones que siete años atrás empezara la única persona que tuvo arrojo y capacidad para ello, Sergio González, ahora muerto, cuya historia nos será relatada en la siguiente parte. Ella le pide que la acompañe a una entrevista con Klaus Haas, el único sospechoso encarcelado, estadounidense de descendencia alemana. Fate acepta.
Quiere el azar que el día del combate, el norteamericano tome asiento junto a una bella catalana llamada Rosa, de apellido Amalfitano, novia de Chucho Flores. Apenas unas páginas antes, Fate había preguntado por un cerro, cerro que resultó ser un enorme vertedero, una montaña hecha con las basuras y los desperdicios de la ciudad. El periodista había apuntado sin saberlo al lugar inmundo donde van a parar gran parte de los cadáveres de las desaparecidas. Todo es observado por el extranjero con la distancia, tranquilidad y perplejidad de una lupa de aumento; una mirada limpia, exógena, reveladora para el conjunto de los hechos.
Finalmente, el púgil mexicano sobre el que se habían puesto grandes esperanzas sufre una ridícula derrota, que no impide al grupo formado por Fate, Chucho Flores, Charly Cruz, Rosa Amalfitano y Rosa Méndez emprender lo que se tornará una larga y difícil noche de fiesta. Más tarde, el periodista no recordará si visitó tres o más discotecas, de lo que sí guardará memoria es de cómo una mujer es golpeada impunemente en el último de estos lugares. El grupo al completo junto con otros invitados se trasladan a la casa de Charly Cruz. El rey de los videos agasaja a sus visitantes con una película porno. Fate decide abandonar la habitación antes del visionado del segundo rollo a pesar de que aún nadie ha mencionado la posibilidad de que películas snuff se estén rodando en Santa Teresa. Se siente fuertemente atraído por Rosa Amalfitano y decide ir en su busca. La encuentra en una habitación con su novio y un inquietante tipo con bigote que, al parecer, mantiene negocios con Chucho Flores. Algo -no se sabe bien qué, aunque motivos no parecen faltar ante la impudicia de la situación- impulsa a Fate a querer llevarse a Rosa Amalfitano. Para conseguirlo, se ve obligado a empuñar un arma, una pistola que previamente lo había apuntado a él y que consigue robar a uno de los turbadores invitados que se encontraban en aquella casa, un tal Corona.
Rosa Amalfitano, Chucho Flores y Fate huyen en el coche de este. Dejan al mexicano en una parada de autobús y la pareja formada por el neoyorkino y la catalana resuelve esperar el final de la noche en el motel. Rosa enciende la tele y descubre a una anciana que aparenta hablar sobre algo «muy grave ». Habla de los crímenes cometidos contra mujeres y se trata de Florita Almada, «la santa», una asidua del Show de Reinaldo cuya aportación a «La parte de los crímenes» será decisiva.
Mientras esperan a que amanezca, Rosa le confiesa a Fate cómo había sido su relación con Chucho Flores, «cada vez más extraña ». Le cuenta también las tres preguntas que su padre le había hecho. La primera, qué opinaba de los hexágonos; la segunda, si sabía construir un hexágono; la tercera, qué juicio le merecían los asesinatos de mujeres. Al buen profesor Chucho Flores le daba mala espina.
El recepcionista del motel donde se hospeda Fate, precavido, informa a Fate de que la policía mexicana los está buscando, no sin antes dar una pista falsa sobre el paradero de ambos. Se preguntan cómo es posible una celeridad tal en un cuerpo de seguridad a todas luces incompetente. Tal vez la deferencia haya que agradecérsela a Chucho, tal vez a Charly, tal vez al tal Corona, lo cierto es que abandonan la habitación y se dirigen a la casa de Amalfitano. Al enterarse el padre de Rosa de lo sucedido, le pide a Fate que ayude a su hija a salir de México, que por favor la lleve hasta Estados Unidos donde pueda embarcarse en un avión rumbo a Barcelona. Este acepta. Para cuando Rosa ha cogido su pasaporte y algunas pertenencias ya hay un Peregrino negro aparcado frente a su casa. Sólo más tarde conoceremos que este coche, el Peregrino negro, es el usado para secuestrar a las víctimas. Fate recuerda su cita con Guadalupe Roncal, pero ahora lo importante es poder abandonar la casa con seguridad. Amalfitano da una clave incuestionable: el hombre que conduce el Peregrino negro es un policía judicial. Pero, ¿cómo lo sabe?, ¿cómo puede el profesor disponer de esta información? La despedida entre padre e hija trae a la memoria de Fate el fallecimiento de su madre. Amalfitano se dirige a hablar con el judicial con el fin de distraerlo para que su hija y el norteamericano puedan abandonar la casa con tranquilidad. Fate cree advertir que Amalfitano y el judicial se conocen, que no es la primera vez que hablan. ¿Acierta una vez más con su intuición? ¿De qué se conocen el chileno y el policía de Santa Teresa? ¿Tiene esto algo que ver con la tristeza de Amalfitano?
En la última de las escenas de esta tercer parte, Guadalupe Roncal, Óscar Fate y Rosa Amalfitano se enfrentan cara a cara con el único sospechoso de los crímenes encarcelado: Klaus Haas, sobrino de Archimboldi. Última de las causalidades.

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